miércoles, enero 14, 2009

alfredo veiravé. los símbolos

claudia-cardinale1

Los símbolos



Existe un jardín de la memoria: mirad sus plantas
mojadas en la lluvia incesante, acercad el rostro ahora
a una hoja áspera y húmeda y desde el suelo
contemplad como se levantan desde sus raíces
los momentos que la vegetación cubre
con su olvido.
Existe otro jardín sin embargo
más cerca, al lado de uno: impenetrable en sus huesos
y sus órganos secretos, allí la vida parece ver sus relaciones
aunque se nutre solo, anda y goza en los momentos separados.
(Sólo el enfermo ve su cuerpo en la transparencia necesaria,
sólo en la fiebre, el enfermo adivina el rostro de esa esfinge
que se desmorona).
Lo cierto es que allí, la destrucción se cumple.

(de Destrucciones y un jardín de la memoria, 1965)

Poema

Claudia Cardinale ave de grandes plumajes y sus pechos
como torres me despierta temprano
se pasea por el hueco que dejamos los dos entre medio
y pone en la victrola discos de Gardel o Joan Baez
me lee —es un decir— los últimos poemas ya borracho
alucinatorio Dylan Thomas A propósito escribe mal su
apellido y de
pronto un golpe de amigos lejanos me sube por las piernas
pido un mate y la veo pasearse desnuda entre
los huecos del tango
“las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste?”
y me digo con alegría hoy no iría para nada al empleo
si no estuviera realmente
piantao piantao como ella me dice pero Claudia Cardinale me consuela me
arregla el pelo con ternura italiana
me cuenta con sus dedos larguísimos y sus uñas violetas
las seis o siete arrugas horizontales de
la frente (casa de los gusanos en la morera
templo del dios del trópico
escritura de puertas cerradas
el lugar donde los pensamientos eróticos se sientan
en cuclillas mariposa que imagina rápidamente el golfo estrecho
de Magallanes en tu cintura la magia de esos pantalones ajustados)
después se mete en el pecho
(departamento horizontal en pleno campo con vistas
a las
vacaciones anuales a los días sin nada y sin nadie
la máquina del mundo que pusiste a andar
adentro de mí, gramaticalmente correcto)
y me dice con tranquilidad no exenta de ironía
(la inocencia como estado ahistórico)
que no tengo la obligación de escribir poesía de compromiso
o canciones de protesta que
nuestro amor es puro
y que nada nos salvará
cuando ella se haya ido cuando yo detenga los dedos sobre
los broches de su corpiño Inútilmente me dejo arrastrar
por las dudas y después me siento a escribirle este poema
que le dirá “buen día Claudia” “tomemos juntos el
desayuno” No sé por qué la historia contemporánea de América
Latina no consigna estos detalles feroces pero lo que sé
muy bien es que Claudia y yo nos amamos como dos buzos
bajo el mar como dos caracoles bajo la playa
como dos turistas en Venecia como dos espinas de la corona
de Cristo en un relicario como dos
sombras revolucionarias de espaldas en la tierra.

(de El imperio milenario, 1973)

Western
Justo en el momento en que iba a encender
el primer cigarrillo de la mañana el horrible círculo de tiza
caucasiano que le hacía oprimir los bronquios como si fueran
la pata de un dinosaurio sobre el pecho
y seguramente el cigarrillo que sería la causa más evidente
de un cáncer de pulmón
se oyeron los pasos apresurados de
ella que llegaba taconeando por la escalera
haciendo huir a balazos a los murciélagos
de su soledad.

(de El imperio milenario, 1973)

Alfredo Veiravé, Gualeguay, Entre Ríos, 1928-1991
Fuente: La poesía del cincuenta. Selección, prólogo y notas por Daniel Freidemberg, Centro Editor de América Latina, Biblioteca básica argentina, Buenos Aires, 1994.

2 comentarios:

Sal Troccoli dijo...

Claudia Cardinali, bella donna solo su Mercoledì è un fascino che riempie la solitudine di anima, da molti anni che egli non poteva vedere la sua figura.

Molto buona immagine e la storia, il mio abbraccio da lontano.

silvia camerotto dijo...

gracias por sus gratos comentarios.
un saludo