miércoles, agosto 19, 2009

la que mueve la acción


Así habla Júpiter y así la hija divina de Saturno,
decaído el semblante, le responde:
«Por eso, pues sabía que era ese tu deseo, egregio Júpiter,
he abandonado a Turno y he dejado la tierra contra mi voluntad.
Si no, no me verías ahora solitaria en este miradero del aire
sufriendo lo decible y lo indecible. Estaría arrebujada en llamas
allá en la misma línea de batalla, arrastrando a los teucros al amargo combate
Aconsejé a Juturna, lo confieso,
que ayudara a su hermano infortunado y accedí
a que intentara audacias mayores todavía por salvarle la vida,
mas no a que disparase dardos ni a que tensara el arco.
Lo juro por el inexorable hontanar de las aguas de la Estigia
-el solo nombre por que siente respeto los dioses de la altura-.
Y ahora me voy y abandono esta lucha que he aborrecido ya.
Un favor no prohibido por decreto ninguno del destino te pido en bien del Lacio
y la grandeza de los tuyos, tu pueblo. Cuando asienten la paz
con una bodas de feliz augurio, que así sea, cuando queden unidos
por leyes y tratados no ordenes que los hijos de este pueblo, los latinos,
pierdan su antiguo nombre y se tornen troyanos o se les llame teucros
o que cambien de lengua ni de atuendo. Siga existiendo el Lacio
y unos reyes albanos a través de los tiempos, que la estirpe romana
cobre poder por el valor de Italia. Cayó Troya.
Consiente que con ella caiga también su nombre».

Virgilio, Andes, 70 a.c.- Brundisium, 19 a.c.
de La Eneida, Introducción de José Luis Vidal, Traducción y notas de Javier de Echave-Sustaeta, Biblioteca Clásica Gredos, Del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2008.

Libro XII, 807-829
Imagen: Juno y Júpiter, Annibale Carracci en La maleta de Ulises

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