martes, febrero 23, 2010

emily dickinson. me digo, la tierra es breve y otro


XXIII

Me digo, la tierra es breve,
y la angustia es absoluta.
Y muchos están heridos,
pero y con eso ¿qué?

Me digo, podríamos morir;
la vida más plena
no puede contra la caída final;
pero y con eso ¿qué?

Me digo que en el cielo,
de algún modo, seremos pares,
habrá un nuevo equilibrio;
pero y con eso ¿qué?

CXXVIII

Al morir oí el zumbido de una mosca;
la quietud alrededor de mi cuerpo
era como la quietud del aire
entre los vientos rotos de la tormenta.

Los ojos cercanos se escurrieron hasta secarse,
y las respiraciones se unían con firmeza
hacia la última meta, donde el rey
sería visto en todo su poder.

Yo lego mis recuerdos, cediendo
la porción de mí que
pude transferir, —y allí, entonces
se interpuso una mosca.

Con un zumbido azul, inestable y torpe,
entre la luz y yo;
y entonces las ventanas se cerraron, y entonces
no pude ocuparme de ver.

Emily Dickinson, 1830- 1886, Amherst, Massachusetts.
Versión © silvia camerotto
De The Collected Poems of Emily Dickinson, Barnes & Noble, New York, 1993
imagen: Caspar David Friedrich, Woman at window, en Commons Wikimedia

XXIII

I reason, earth is short,
and anguish absolute.
And many hurt;
but what of that?

I reason, we could die;
the best vitality
cannot excel decay;
but what of that?

I reason that in heaven
somehow, it will be even,
some new equation given;
but what of that?


CXXVIII

I heard a fly buzz when I died;
the stillness round my form
was like the stillness in the air
between the heaves of storm.

The eyes beside had wrung them dry,
and breaths were gathering sure
for the last onset, when the king
be witnessed in his power.

I will my keepsakes, signed away
what portion of me I
could make assignable, —and then
there interposed a fly.

With blue, uncertain, stumbling buzz,
between the light and me;
and then the windows failed, and then
I could not see to see.

2 comentarios:

gabrielaa. dijo...

and then the windows failed, and then
I could not see to see

Irene Gruss dijo...

Ah, qué maestra; gracias, Irene