lunes, mayo 31, 2010

de la electricidad no puede surgir


I. El tiempo.

2.

Si hemos aceptado el viento
no te afinques.
No lamentes la luz
que un instante atraviesa
el follaje y desaparece.
Es posible que corramos
detrás de una música
que nunca se escucha
ni en el paisaje ni en nosotros
y flota
como un puente de grande fragilidad.

No estamos más que de ese modo.
Y ése no es un lugar para
construir.

Lo que elegimos nos lleva
y ordena
quienes somos.

VI. Lo nuestro

2.
Se esconde.
Lo que sabemos es que no está.
Se esconde.
Se esconde en la espesura
en el placard
en lo profundo de un sótano
que almacena desperdicios
en las tinieblas
de un cuarto cerrado
y que da miedo.
Otra vez y para que se entienda:
No está.
Perso su ausencia dice
que es
y que lo echamos en falta.
Se esconde.
En baúles con sombreros ajados
en el cuarto de planchar
en lo profundo de un chalet cerrado
en un balneario en invierno.
Ahí quedó
mohoso.
Donde no lo hallaremos al volver
porque hemos cambiado.

Junté mis dedos a las puntas de tus dedos
y fue como si dijera
ahora puede volver.
De la electricidad puede surgir.
De la electricidad de tu cuerpo
y de la oscuridad
de las persianas bajas.
En esa hora en que todo se aquieta
y la chicharra manda
y su mentira en la noche
es puesta en evidencia
por la verdad de tu cuerpo
puede volver.

Pero es inútil.
Se esconde
y nos espía
y su mirada nos llena de vergüenza.

Miguel Gaya, Ayacucho, 1953
en Lo efímero y otros poemas inestables, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2009
imagen: Bente Skille

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