lunes, noviembre 11, 2013

tom maver. en caminos despejados y otros poemas


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La soledad siguiendo, Garcilaso de la Vega


En caminos despejados me atraso sin remedio
y llego a mi casa siempre después de mí
como a un lugar donde no queda nadie. 

Tropiezo con cosas que ya no están,
por todas partes choco con la distancia que se abre
entre nosotros, con armarios que quedaron cerrados.
Los ecos de las charlas que todavía recuerdo
son sobre viajes que se llevan a los que hablan
y peparativos que hace uno solo.

Apenas te fuiste, borré cada huella tuya
para no ver adonde iría la siguiente.
Fuí, uno por uno, deshaciendo todos tus abandonos
hasta desorientarme y no tener cómo seguirte.

Pero ahora resulta que cuando piso
donde alguna vez borré los rastros de tu partida
vuelvo a tropezar con algo que quedó de vos
y que se sigue yendo de donde ya no estás.


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Beautiful, beautiful, beautiful,
beautiful boy
, John Lennon

A veces me da por pensar
que mi padre se está volviendo
cada vez más chico
para que yo lo conozca por completo.


¿Por qué será que los hijos
desconocemos la infancia de nuestros padres?
¿Acaso por exigirles esa paternidad
no los dejamos de algún modo huérfanos?

Ahora es como si él estuviera en busca
de una edad exacta
en que envejecer y hacerse chico
vayan de la mano.

Lo veo como si creciera frente a mis ojos
para llegar a tiempo de ser mi padre
dejando cosas atrás, historias que los hijos
apenas llegamos a conocer, demasiado ajenas,
y que no podemos averiguar sin
que nuestros pensamientos se vuelvan borrosos.

Después de una vida de haber aprendido
el arte de perder hasta lo más preciado

sin que parezca algo terrible,
me pidió que hiciera lo mismo,
pues su labor como padre, aseguraba,
consistía en que yo, eventualmente,
prescindiera de él.

Sé que el tiempo no pasó
por su vida sin transformarse
en algo contradictorio
con dos direcciones opuestas
y a la vez reconciliadas en su corazón
de padre y de hombre
que también está solo

yendo hacia los extremos de la edad
hasta volverse tan grande o
tan chico su amor, que no se lo ve,
acaso por la sencillez de su entrega,
que sólo se conforma en dar
y en darse. 


Tom Maver, Buenos Aires, 1985
imagen de Martin Stranka, en Uno de los nuestros

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